Es una tarde calurosa y húmeda en la que la previsión meteorológica está clara, una previsión típica de un día de bochorno, una tormenta anunciada. Al acabar la última sesión del juicio donde se han visto las pruebas y oído los testimonios de los dos testigos, uno presencial que lo vio todo y otro que lo oyó. Ambos del barrio de toda la vida, ambos vecinos de la victima y su hijo. Ambos miembros de la misma comunidad desahuciada y marginada del progreso que se vive en el resto de la ciudad, arrastrada por el reflujo del mismo y obligada a avanzar por los resquicios que la opulencia deja a la oportunidad que, como el ruidoso tren de cercanías que para en el lateral del pequeño parque a cuyo alrededor se alzan los destartalados edificios de casa baratas de barrio marginal cuyos escasos árboles pintan con un toque de verde esperanza el azul de libertad del cielo entrecortado por las vetustas chimeneas y cumbreras rematadas de reparaciones baratas. Nido de frustraciones y oportunidades, de hombres y mujeres que luchan por salir entre las ruinas de la sociedad que les margina y a la vez sonríe.
Una mujer y un hombre cuyo testimonio es claro y evidente, apoyado por las pruebas que se han repetido una y otra vez en la sala. Pruebas que apuntan y señalan,, sin duda alguna, a que los hechos se cometieron de la forma en que ellos aseguran.
Vecinos de siempre. Vecinos acostumbrados a la rudeza y a la violencia. Parte activa de los parias condenados de antemano a ser los paganos de la sociedad.
Nueve personas, cinco mujeres y cuatro hombres, de diferentes extractos, de diferentes orígenes, de diferentes suertes, emanados del mismo centro del pueblo que ostenta el poder y debe ejercer la impartición de justicias, serán los encargados cerrar los largos días de sesión, las largas intervenciones del fiscal y del defensor. La rigidez de la jueza que arbitra, como en un partido rutinario de segunda división, un juicio claro y evidente desde el mismo inicio del mismo. Todo está listo, las pruebas expuestas, los testimonios oídos, las decisiones tomadas... todo es claro. Todos lo tienen claro y se apresuran a ser imparciales y justos ejerciendo el poder que representan, el poder del Pueblo.
El futuro de un joven chaval de 18 años está en sus mano y es claro... pero ¿No merece la pena prestar cinco minutos de su tiempo a examinar un poco más de cerca esas pruebas, esos testimonio? La reflexión rompe el consenso y comienza una discusión en la que lo evidente va dejando poso a las dudas, a las dudas razonables que abren a individualidad de cada una de las personas desnudándolas, poco a poco, exponiendo lo difícil que es dejar los sentimientos a parte, Intentar ser objetivo. Lo difícil que es verlo sin el velo de nuestros propios fantasmas.
"Dudas razonables" es un texto basado, en el ya mítico, guión de TV "Twelve Angry Men" (Doce hombres sin piedad) que Reginald Rose escribió para el programa de Studio One de la cadena de televisión estadounidense CBS en 1954. Versionado infinitas veces en, también, infinitos medios e infinitas lenguas. Un texto humano, íntimo, rudo y agrío que no deja indiferente a nadie, que atrapa al espectador y lo mantiene prisionero hasta el estrepitoso final. Como la tarde de verano en la que se desarrolla la acción, donde el sol inicial se torna tormenta que refresca y limpia el ambiente dejando ver la realidad oculta.
Una obra de culto en una buena versión que se presenta este viernes de fin de mayo en el excelente teatro de Ermua. Las entradas se pueden comprar por adelantado por internet en Atrapalo y en Giglon a 8 € (promoción por compra adelantada) y en taquilla el mismo día de la actuación a 10 €.
Los detalles de la representación es pueden ver en la página web del trabajo http://dudasrazonables.tk
