lunes, 14 de diciembre de 2020

Elorrio, Arriola antzokia siete de la tarde...

 ...de un sábado 12 de diciembre de 2020, periodo espacial por la pandemia de la COVID-19. El telón cerrado y tras de él preparada la escenografía. Los actores y actrices tomando posiciones y repasando esas partes del texto, y de los tránsitos,  que se le cruzan de una u otra forma. Atrás, en el control, el técnico preparando y apurando todo, música de sala, eventos de iluminación en su sitio, eventos de audio ajustados, el público ocupando sus asientos en una nueva distribución que asegura una separación suficiente para evitar los contagios (la cultura debe de ser segura). La sala se va llenando y tras el telón el elenco escucha el murmullo de las innumerables conversaciones que se producen. La pregunta que nos ronda  en la cabeza,esa de ¿cuánta gente habrá?  se responde con el nivel de ruido que llega.

Se ilumina la escena, se abre el telón y suena la música. Cayetana y Gustavo preparados en sus puestos de salida, la iluminación sube y se va mostrando la escenografía se ambos lados salen los actores y comienza la historia que poco a poco va pasando de ficción a real delante de los ojos de los y las espectadoras. Las llaves extraviadas, la llegada de Roberto, en amigo músico que toca el trombón, Enrique con su desparpajo y buen humor hasta que su mujer, Genma, llega tarde pero segura.

Comienza la velada, que se va liando, poco a poco,  hasta el momento en que se va de las manos y la broma pasa a la seriedad y la trascendencia. Las caretas que  cada personaje lleva, la que cada uno de nosotros usamos a diario, va dando paso a la realidad que se torna agria y áspera. 



Llega el desenlace, se cierra el telón y, tras los saludos y aplausos, el público va saliendo de la sala volviendo a la realidad el presente. Los comentarios giran ahora sobre lo que acaban de ver, sobre lo que acaban de vivir y la hora y media que acaban de pasar.

Todos satisfechos, el responsable de la programación, satisfecho. Una buena entrada, la sala estaba llena, y una muy buena sensación en el público, comentarios muy favorables, por parte de la compañía todos y todas satisfechos. Ha funcionado logramos hacer la magia de convertir la mentira pactada en realidad. De establecer ese lazo invisible entre el espectador y el actor, la actriz, que hace que lo que se siente en el escenario se  sienta, de forma refleja, en corazón de quien está viéndolo.

Una vez más el viaje de la nada al todo que la compañía hace en cada representación se completó con éxito.  ¡Ya estamos esperando el siguiente!








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